A principio de los años ochenta, en un partido entre Argentinos Juniors e Independiente disputado en el estadio de Atlanta, Hugo Villaverde (defensor del club de Avellaneda) le pego a un delantero local uno de esos patadones de los considerados verdaderamente como criminales; tal fue la magnitud de su acción que el árbitro no llegó a mostrarle la tarjeta roja dado que el futbolista se fue en el acto solo hacia el vestuario.
Durante la semana siguiente fue a declarar ante el tribunal de disciplina por su expulsión, aunque no quedo suspendido ni una sola fecha dado que alegó que había perdido sus lentes de contacto durante el partido, por lo cual quedó sin poder ver bien al resto de los jugadores.
Por supuesto que en realidad él no usaba lentes porque estaba perfectamente de la vista.
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