El sábado 24 de junio de 1950 comenzó a jugarse la Cuarta Copa Mundial de Fútbol. Para dicha ocasión, como no podían ser menos, en la ciudad de Río de Janeiro se construyó simplemente el estadio más grande del mundo; al él se lo conocería con el nombre del riacho en que a sus orillas esta levantado, pasando este a la celebridad: el Maracaná.
Los accesos del estadio no estubieron terminados, pero igualmente, y bajo una estricta lluvia, el equipo local y México dieron inicio al torneo. El partido comenzó puntualmente aunque todavía el Presidente de la Nación no había llegado con su familia; el árbitro inglés George Reader acostumbraba en su país a comenzar siempre los encuentros con puntualidad. Luego explicó que la prensa extranjera y los reporteros de radio estaban sujetos a un horario y que debían pasar sus informes a periódicos y emisoras en un momento fijado.
Dos semanas después, cuando se disputó el encuentro decisivo frente a Uruguay, el Presidente, su familia y un montón de otros funcionarios estuvieron sentados en sus lugares veinte minutos antes del horario anunciado para el comienzo del partido.