Cuando River iba venciendo por 2-0 a Estudiantes en su visita a La Plata por el campeonato de 1932, el delantero local Alberto Zozaya remató al arco y la pelota, tras rebotar en el travesaño, picó de un modo claramente visible dentro del arco. El árbitro De Angelis ordenó que el juego prosiguiera desatendiendo las quejas; pero como los reproches se intensificaron, el árbitro se retiró a los vestuarios. Luego de quince largos minutos, De Angelis reapareció en la cancha, y ante el estupor general, decidió convalidar el gol.
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